lunes, 18 de junio de 2012

DIAS DE ORO


DÍAS DE ORO

Hay días redimidos por placer simple
hermosos y modelados por gozosa sencillez,
deambular por calles respirando inminente verano
tardes de familia y amigos en sobremesas sin fin
café y pacharanes,
una lectura irresistible a ser abandonada
entre cucuruchos de helado, 
duchas en el jardín
conversaciones, risas,
sin la menor sombra
sin necesitar mirar atrás, 
redimir el día con sencillos placeres
con algunas pequeñas cosas buenas,
 las mejores,
y una niña que creció de repente (16)
te dice: ama que bien me has educado...
¿pues?
porque te salí buena...
¿a si?
si ama...
saliste así,
no,me hiciste ser así...
Es el mejor regalo para éste cumpleaños de "oro" con mi vida....
y el abrazo hermoso de mi hijo el cariñoso (19)
y la mirada traviesa de mi marido generoso...


Arantza Arana Uribesalgo(19-06-1962)

lunes, 21 de mayo de 2012

...Y...

...y...
Y será recordado como se recuerdan
las primeras imagenes de un recién nacido...
Con torpes lágrimas bajo la lluvia
sin dejar más rastro que humeda marca...
Cuando vuelva el sol estaremos solos
sin la comparsa de plañideras perfumadas...
Y ese abrazo valdrá mucho más 
que todas las palmadas en la espalda...
Arantzazu

martes, 10 de abril de 2012

Haikus de abril

Blancas centellas
furibundos truenos
¡pasa, tormenta!
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Color de moda
grises y más grises
tono sobre tono
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Tiempo inclemente
sufriendo los rigores
y el ave vuela
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Vuelve la sombra
en las tejas se anuncia
noche de gatos
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Túnel de verdor
la sombra acogedora
abraza suave
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Domingo helado
alimentan el vaho
nubes y viento
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¿Dime quién habla?
la invasión etílica
en mi negrura
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AA

domingo, 12 de febrero de 2012

Tanka

Sucumbí, caí
me atraparon sus lagos
gemas azules
en medio de su cara
la mirada implacable.

jueves, 2 de febrero de 2012

Anamar

Anamar se paró en lo alto de la escalera que bajaba a la playa. No pasaría de allí, no bajaría ni un solo peldaño. Solamente con pensar en el áspero y crujiente tacto de la arena se le erizaban los vellos. Le daba igual que a esa hora temprana y sin gente todavía,  la playa presentase una bella postal de arenales recién trillados y de gaviotas madrugadoras. No, ella no volvería a pisar la arena, pasaría de largo por el paseo una mañana tras otra, sin mirar, con angustia, sin otear el horizonte estéril, sin querer saber nada de las espumas de olas rotas como antes.
Todo ocurrió un día del último verano cuando corrían junto a la orilla en esa hora vespertina de aire renovado y brisa limpia en la cara. Anamar, Juansol y Albaluz, los tres inseparables. Anamar y Juansol eran la viva imagen de la energía sin fin, corrían sin tregua, ágiles y dejaban siempre atrás a Albaluz sin querer, pues ella no era joven y aunque lo intentaba nunca conseguía ir a la par de ellos dos. Aquella fatídica mañana la resaca propia de la bajamar era muy fuerte, la arena se barría bajo los pies con una violencia que casi derribaba a los que paseaban chapoteando por la orilla.
Albaluz, preocupada a sabiendas de que aquellos dos solían bañarse al llegar al centro de la playa intentó correr más deprisa para alertarles de que no lo hicieran pues era especialmente peligroso por la resaca tan enroscada. Lo intentó pero no podía correr más rápido, el aire se le bloqueaba en la garganta  y unos pinchazos de flato en un costado le obligaron a parar bruscamente.
Anamar y Juansol llegaron a la parte central y decidieron parar y esperar a Albaluz, intuyeron que el mar no se andaba con chiquitas pues solamente el rugir de las olas al romper ya era muy amenazador. Era como si el propio océano advirtiera con voz potente que ese día estaba muy, pero que muy, enfadado. Ellos esperaban pacientes a Albaluz aunque ella casi no avanzaba.
Detrás de ellos, junto al muro de piedra del paseo, había una cuadrilla de jóvenes trasnochadores que seguían de juerga. Aunque se tenían de pie a duras penas, se estaban quitando la ropa y con voz trastocada el más valiente decía –“venga, un bañito para quitarnos la moña”
Llegaron a la orilla desnudos pero se quedaron plantados sin atreverse a entrar en el agua. Estaban borrachos pero no locos. Anamar y Juansol intentaron volver en busca de Albaluz que no llegaba, pero el grupo se fijo en ellos.
Uno de ellos se agachó y recogió un palo –“Oh no, si se le ocurre lanzar el palo al agua estamos perdidos, Juansol es incapaz de contenerse a salir en busca de un palo lanzado”- pensó Anamar. Y así ocurrió todo…
El chico les miró y dijo con el palo en alto –“busca, busca” -lo lanzó lejos dentro del mar y Juansol, paciente en principio, no perdió ojo mirando la trayectoria y cuando el palo entró en el agua, él se lanzo a nadar y a buscarlo entre las olas rotas. –“No, no”-  ladraba Anamar en idioma perruno –“lo sabía, sabía que ocurriría”- . Su impulso fue salir tras él pero alguien la retuvo fuerte por el collar, era Coral, que llegó en ese momento y amarró la cadena al collar de la angustiada collie de patas blancas, horrorizada al ver lo que pasaba. Juansol, el joven perro collie, atrapó el palo, pero aunque nadaba hacia afuera, la corriente le impedía salir y lo alejaba de la orilla. Entre ola y ola todavía veían su cabeza, le llamaban y animaban pero era inútil, pronto se agotó y el mar se cobró su tributo. Coral retenía a las dos perras a duras penas hasta que ellas dejaron de ladrar y empezaron a gemir y a lamerse los hocicos la una a la otra lastimeramente. Hacía rato que ya no detectaban en el aire el olor de su compañero. Gemían sin parar y Coral lloraba con desolación sentada en la arena. Los chicos se fueron en silencio, avergonzados. Anamar y Albaluz lamieron tristes las lágrimas que corrían por la cara de Coral…
Ese verano siguiente en Ribadesella iba a ser largo y tedioso, Anamar deseaba con deseo perruno volver pronto a Vitoria. Era raro estar tan sola allí, sin Albaluz que murió de vejez ese invierno y sin Juansol. Ella resistió sólo por Coral que pacientemente la consoló y se obligó a comer para no dejarse morir y aumentar la tristeza de su ama.
Sus ojos miraron por última vez el horizonte marino, a partir de ese día pasaría por allí de largo, sin mirar y sin encontrar aquel olor familiar que nunca olvidaría.
                         Arantza Arana Uribesalgo                 

domingo, 15 de enero de 2012

EL TREN PERDIDO

EL TREN PERDIDO

Del cristal flagelado por la lluvia lagrimean gotas
la vida pasada corre por fuera de la ventanilla
ese  viaje al infierno del futuro
habrá terminado antes de llegar a la estación.

Fantasmal felicidad casi posible al alcance de la mano
se quedó esperando en el andén
fría lluvia de invierno mojando la tristeza.

La infelicidad tiene puntería certera y mata
un corazón cansado sin ganas de vivir y sin motivos
sin abrazos tiernos, sin miradas liquidas.

Tic-tac, tic-tac, una capa negra
unos pasos rápidos
el futuro plano entre las vías paralelas.

Abajo el telón
pocos aplausos
unos cuantos silbidos de desaprobación…             
 Arantza Arana Uribesalgo


   

EXTRAÑA

EXTRAÑA
Fugitivo rayo de luz entrometida
entre lamas de persiana vieja
acaricia tibio unos ojos que ya no duermen
el sueño desvanecido por un despertar brusco.

La penumbra de una habitación diferente
el goteo lejano de un lavabo
irreconocibles los dibujos del empapelado
y llevando puesto un camisón extraño.

Alguien muy cerca respira junto a mí
sin atisbo de recobrar la consciencia
rostro desconocido a escasos centímetros
compartiendo la misma almohada arrugada.

Me levanto y me acerco al óvalo de un espejo
el reflejo que veo soy yo, pero no soy yo
lo sé, pero no lo siento
lo sé, pero no quiero saberlo…

Arantza Arana Uribesalgo